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AUTOBIOGRAF´IAA la espera de Dios. (1942)
Simone Weil 
P. D.: ease en primer lugar.Esta carta es espantosamente larga, pero puesto que no habr´a lugar a respuesta—tanto m´as cuanto que yo, sin duda, me habr´e marchado ya— tendr´a usted a˜nos por delante, si as´ı lo desea, para leerla. eala, en cualquier caso, un d´ıa u otro.Marsella, en torno al 15 de mayoQuerido Padre:Antes de partir, quisiera dirigirme a usted de nuevo, por ´ultima vez quiz´a, puesdesde all´ı me limitar´e a enviarle de vez en cuando noticias m´ıas para recibir lassuyas.Le he dicho ya que ten´ıa una deuda inmensa con usted. Tratar´e de exponerleexacta y honestamente en qu´e consiste. Creo que si verdaderamente pudiera com-prender cu´al es mi situaci´on espiritual, no tendr´ıa ning´un pesar por no haberme llevado al bautismo. Pero no e si esto le sea posible.Usted no me ha transmitido la inspiraci´on cristiana ni la figura de Cristo; cuandoyo le conoc´ı, nada quedaba por hacer en ese aspecto. Todo se hab´ıa llevado a caboya sin la intervenci´on de ning´un ser humano. Si no hubiera sido as´ı, si no hubierasido
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tomada
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anteriormente por Cristo, no s´olo impl´ıcita sino conscientemente,no hubiera usted podido darme nada, pues yo no lo habr´ıa aceptado. Mi amistadhabr´ıa sido una raz´on para rechazar su mensaje, pues habr´ıa tenido miedo a lasposibilidades de error e ilusi´on que lleva consigo la influencia humana en el dominiode las cosas divinas.Puedo decir que en toda mi vida, jam´as, en ning´un momento, he buscado a Dios.Quiz´as por esta raz´on, sin duda demasiado subjetiva, es ´esa una expresi´on que no me gusta y que me parece falsa. En la adolescencia pensaba que carec´ıamos de losdatos necesarios para resolver el problema de Dios y que la ´unica forma segura de noresolverlo mal, lo que me parec´ıa el peor de los males, era no plantearlo. As´ı que nome lo planteaba. No afirmaba ni negaba. Resolverlo me parec´ıa in´util, pues pensabaque lo importante, puesto que estamos en este mundo, era adoptar la mejor actitudposible respecto a los problemas de este mundo. Y esto no depend´ıa del problemade Dios.Esto era verdad al menos para m´ı, pues jam´as he dudado a la hora de adoptar unaactitud; siempre he optado por la cristiana como ´unica actitud posible. Por decirlode alg´un modo, he nacido, he crecido y he permanecido siempre en la inspiraci´on1
 
cristiana. Aunque el nombre mismo de Dios no formaba parte de mis pensamientos,ten´ıa respecto a los problemas del mundo y de la vida la concepci´on cristiana demanera expl´ıcita, rigurosa, incluidas las nociones as espec´ıficas que tal concepci´onimplica. Algunas de esas nociones est´an en m´ı desde hace tanto tiempo como alcanzami memoria. En cuanto a otras, e en qe momento, de qu´e manera y bajo qu´e formase han impuesto a m´ı.Por ejemplo, siempre me he prohibido pensar en una vida futura, pero siemprehe cre´ıdo que el instante de la muerte es la norma y el objeto de la vida. Pensaba quepara quienes viven de la forma adecuada ´ese es el instante en que, por una fracci´oninfinitesimal de tiempo, la verdad pura, desnuda, indudable, eterna, penetra en elalma. Puedo decir que jam´as he deseado para m´ı otro bien. Pensaba que la vida queconduce a ese bien no est´a definida solamente por la moral com´un, sino que consistepara cada uno en una sucesi´on de actos y acontecimientos que son rigurosamentepersonales y hasta tal punto obligatorios, que quien los elude no llega al objetivo.´Esta era para m´ı la noci´on de vocaci´on. Ve´ıa el criterio de las acciones impuestaspor la vocaci´on en un impulso esencial y manifiestamente diferente de aqu´ellos queproceden de la sensibilidad o la raz´on y no seguir ese impulso cuando surg´ıa, aunqueordenase cosas imposibles, me parec´ıa la mayor de las desdichas. Es as´ı como yoentend´ıa la obediencia y la puse a prueba durante mi estancia en la f´abrica, cuandome encontraba en aquel estado de dolor intenso e ininterrumpido que recientementele confes´e. La vida que siempre me ha parecido as bella es aqu´ella en la que todoest´a determinado, bien por la presi´on de las circunstancias, bien por tales impulsos,y en la que jam´as hay lugar para ninguna elecci´on.A los catorce a˜nos ca´ı en una de esas situaciones de desesperanza sin fondo de laadolescencia y pens´e seriamente en morir a causa de la mediocridad de mis facultadesnaturales. Las dotes extraordinarias de mi hermano, que tuvo una infancia y una juventud comparables a las de Pascal, me forzaron a tomar conciencia de ellas. Nolamentaba los ´exitos externos, sino el no poder abrigar esperanzas de acceso a esereino trascendente, reservado a los hombres aut´enticamente grandes, en el que habitala verdad. Prefer´ıa morir a vivir sin ella. Tras meses de tinieblas interiores, tuve derepente y para siempre la certeza de que cualquier ser humano, aun cuando susfacultades naturales fuesen casi nulas, pod´ıa entrar en ese reino de verdad reservadoal genio, a condici´on tan s´olo de desear la verdad y hacer un continuo esfuerzo deatenci´on por alcanzarla. Ese ser humano se convierte entonces en un genio, inclusosi, por carecer de talento, tal genio pueda no ser visible al exterior. M´as tarde,cuando los dolores de cabeza vinieron a a˜nadir a las escasas facultades que poseouna par´alisis que enseguida supuse con toda probabilidad definitiva, aquella mismacerteza me hizo perseverar durante diez a˜nos en unos esfuerzos de atenci´on sin apenasesperanza de obtener resultados.En la palabra
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verdad
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englobo tamben la belleza, la virtud y toda clase debien, de forma que se trataba para m´ı de una forma de concebir la relaci´on entre lagracia y el deseo. Hab´ıa recibido la certeza de que cuando se desea pan no se recibenpiedras, aunque en aquella ´epoca todav´ıa no hab´ıa le´ıdo el evangelio.2
 
Cuanto m´as segura estaba de la eficacia que el deseo posee por s´ı mismo en el´ambito del bien espiritual bajo todas sus formas, m´as lo estaba de su ineficacia encualquier otro terreno.En cuanto al esp´ıritu de pobreza, no recuerdo ning´un momento en que hayaestado ausente de m´ı, en la medida, lamentablemente escasa, en que era compatiblecon mi imperfecci´on. Me sent´ı fascinada por san Francisco desde que tuve noticia de´el. Siempre he cre´ıdo y esperado que la suerte me llevar´ıa un d´ıa por la fuerza a eseestado de vagabundeo y mendicidad en que ´el entr´o libremente. No pensaba llegara la edad que ahora tengo sin haber, cuando menos, pasado por esa situaci´on. Y lomismo podr´ıa decir de la arcel.Tambi´en tuve desde la primera infancia la idea cristiana de la caridad a la quedaba ese nombre de justicia que recibe en varios pasajes del evangelio y que es tanhermoso. Como ya sabe, m´as tarde he faltado gravemente varias veces en relaci´on aeste punto.La aceptaci´on de la voluntad de Dios, cualquiera que ´esta sea, se impuso a miesp´ıritu como el primero y as necesario de los deberes, aqu´el al que no se puedefaltar sin deshonrarse, desde que lo enconte expuesto en Marco Aurelio bajo laforma del
amor fati 
de los estoicos.La idea de pureza, con todo lo que esta palabra puede implicar para un cristiano,se adue˜o de m´ı a los diecis´eis nos, tras haber atravesado durante algunos meses las inquietudes sentimentales propias de la adolescencia. La idea me surgi´o durantela contemplaci´on de un paisaje de monta˜na y poco a poco se me ha impuesto demanera irresistible.Por supuesto, yo sab´ıa muy bien que mi concepci´on de la vida era cristiana ypor tal motivo jam´as me vino a la mente la idea de entrar en el cristianismo. Ten´ıala impresi´on de haber nacido en su interior. Pero a˜nadir el dogma a esta concepci´on de la vida sin sentirme obligada a ello por alguna evidencia, me habr´ıa parecidouna falta de probidad. Como tambi´en me lo habr´ıa parecido el plantearme comoproblema la cuesti´on de la verdad del dogma, o incluso el mero deseo de llegar auna convicci´on sobre ese punto. Tengo una noci´on extremadamente rigurosa de laprobidad intelectual, hasta el punto de que jam´as he encontrado a nadie que no mepareciera faltar a ella en m´as de un aspecto; yo misma temo siempre faltar a ella.Absteni´endome as´ı del dogma, estaba impedida por una especie de pudor deentrar en los templos, en los que sin embargo me gustaba estar. No obstante, tuvetres contactos con el catolicismo verdaderamente cruciales.Despu´es del no de estancia en la f´abrica, antes de volver a la ense˜nanza, mis padres me llevaron a Portugal; all´ı los dej´e para ir sola a una peque˜na aldea. Ten´ıael alma y el cuerpo hechos pedazos; el contacto con la desdicha hab´ıa matado mi juventud. Hasta entonces, no hab´ıa tenido experiencia de la desdicha, salvo de lam´ıa, que, por ser m´ıa, me parec´ıa de escasa importancia y que no era, por otra parte,sino una desdicha a medias, puesto que era biol´ogica y no social. Sab´ıa muy bien quehab´ıa mucha desdicha en el mundo, estaba obsesionada con ella, pero nunca la hab´ıaconstatado mediante un contacto prolongado. Estando en la f´abrica, confundida a3
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